LA LLORONA
El imperio mexica dominó durante siglos el área de México. Según la leyenda, los fundadores del mismo partieron guiados por una profecía que afirmaba que los dioses les enseñarían dónde debían asentarse mediante una señal: un águila devorando una serpiente, de pie sobre un nopal en medio de un lago. Cuando llegaron a donde actualmente está la Ciudad de México, Distrito Federal, vieron el signo en medio de una amplia laguna. Sobre sus aguas erigieron la vasta ciudad de Tenochtitlán.
Con los años, los españoles llegaron a tierras mexicanas. Comandados por Hernán Cortés, tomaron la ciudad de Tenochtitlán, la redujeron a ruinas y asesinaron a los emperadores Moctezuma y Cuauhtémoc.
Los conquistadores españoles fundaron sobre la desolación la actual Ciudad de México.
En el México colonial, cada noche las campanas del templo católico marcaban el toque de queda sobre las once de la noche. Pasada esa hora, comenzaban a oírse llantos y gritos angustiosos, emitidos por una mujer sobrenatural que recorría de madrugada la colonia española y desaparecía misteriosamente antes del alba.
Después de que el suceso se repitiera por varias noches, los vecinos comenzaron a preguntarse quién sería esa mujer y qué pena la ahogaría. Asomándose a las ventanas, o saliendo bravamente a su encuentro, distinguieron a una mujer vestida de blanco, oculta tras un velo, flaca y macilenta, que se arrodillaba mirando a Oriente en la Plaza Mayor. Al ver que la seguían, se desvaneció entre la bruma junto al Lago de Texcoco.Otros dicen haberla oído en otros lugares del país.
¿Quién era y por qué lloraba?
Se formularon diversas teorías sobre la fantasmagórica desconocida, a la que el pueblo, por su perpetua aflicción, comenzó a llamar la Llorona. Se decía que era una mujer indígena, enamorada de un caballero español o criollo, con quien tuvo tres niños. Sin embargo, él no formalizó su relación: se limitaba a visitarla y evitaba casarse con ella. Tiempo después, el hombre se casó con una mujer española, pues tal enlace le resultaba más conveniente. Al enterarse, la Llorona enloqueció de dolor y ahogó a sus tres hijos en el río. Después, al ver lo que había hecho, se suicidó. Desde entonces, su fantasma pena y se la oye gritar "¡Ay, mis hijos!" (o bien, emitir un gemido mudo). Suele hallársela en el río, recorriendo en el lugar donde murieron sus hijos y ella se quitó la vida.
Algunos ponen la leyenda en relación con la creencia totonaca en las Cihuateteo, mujeres muertas en el parto, a las que se consideraba diosas.